lunes, 24 de noviembre de 2008

La segunda brecha digital y las mujeres

Pensamos que las innovaciones tecnológicas se difundan primero entre las naciones y los ciudadanos más ricos, pero con el tiempo la mayoría las adoptará y este proceso de difusión eliminará las diferencias económicas y sociales. Pero no siempre es así. Al igual que ocurrió respecto a la industrialización y el desarrollo económico, no todos los países ni todos los ciudadanos se incorporan a las novedades con el mismo ritmo e intensidad, algunos incluso no llegan a incorporarse.
La realidad es que las innovaciones tecnológicas no se difunden de forma regular por el sistema. No todas las empresas, ni todos los individuos, se convierten en usuarios y, menos aún, en usuarios avanzados.
Desde la perspectiva social, si una parte importante de la ciudadanía no adopta las innovaciones consideradas cruciales, ello puede generar desigualdades económicas y sociales y reforzar otras previamente existentes.
El problema de la división digital está en asumir que la barrera más difícil de superar no es la del acceso; sino la del uso. En otras palabras, las oportunidades que crean estas innovaciones tecnológicas dependen de la utilización que se haga de ellas y de la forma en que afecten al desarrollo profesional y a la vida de las personas. Desde esta perspectiva, el hecho crucial es la capacidad de cada individuo para utilizar las innovaciones en función de sus necesidades e intereses específicos.
Por todo lo anterior, aunque a veces pensemos que Internet está al alcance de cualquiera, la realidad es que, además de habilidades para leer y escribir; requiere cierta capacidad para buscar información, procesarla y utilizarla para alcanzar determinados objetivos. En caso contrario, se convierte en ocio o consumo pasivo de música, películas o series de televisión de forma gratuita. Todos estos usos son importantes, pero no es evidente que contribuyan sustancialmente a la generación de capital humano y social o a la competitividad.
Las diferencias de género en relación con la brecha digital de acceso entre hombres y mujeres se dan en todas las sociedades actuales, tanto en contextos de economías avanzadas como de economías en desarrollo; aunque el uso de las TIC se ha convertido en un rasgo esencial de la actividad social, los hombres son usuarios más regulares de Internet que las mujeres en todos los países y grupos de edad.Cabría, por tanto, esperar que la diferencia entre hombres y mujeres en los niveles de acceso a Internet desaparezca con el tiempo. El panorama no es tan optimista, sin embargo, cuando hombres y mujeres se convierten en usuarios de la Red, porque las diferencias vuelven a aparece en términos del uso que se hace de esta herramienta. Las mujeres, de nuevo, se encuentran situadas en una posición de clara desventaja frente a los hombres y realizan un uso restringido de actividades que requieren, además, poca destreza tecnológica. Los hombres, por el contrario, realizan una gama de actividades variada, que requiere un nivel medio de habilidades tanto para el ocio como para los usos más tecnológicos. El objetivo es hacer posible que utilicen las tecnologías al mismo nivel y con la misma destreza que los hombres y que ocupen puestos similares a ellos

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